giovedì 31 ottobre 2013

Rafael Alcides e Virgilio Piñera



Rafael Alcides scrisse una poesia emblematica per il centenario di Virgilio Piñera, che nel 2012 mi era sfuggita, preso da altri problemi e urgenze contingenti, ma che ritengo opportuno tradurre adesso per far conoscere a chi vuole approfondire alcune tematiche relative alla letteratura cubana. Virgilio Piñera è in gran parte tradotto da me per le Edizioni Il Foglio. La sua opera poetica (Il peso di un’isola) è un e-book gratuito scaricabile su Amazon. Alcuni racconti sono contenuti in un Demian (Il ragazzo del Cobre – L’inferno) e diversi testi teatrali (Una caja de zapatos vacia e Dos viejos panicos) sono ancora inediti. Rafael Alcides è un grande poeta cubano di 80 anni, che - colpevolmente - ho imparato ad apprezzare troppo tardi. (Gordiano Lupi)

Apuntes para un discurso por los 100 De Virgilio

di Rafael Alcides

Virgilio que no estás en los cielos
(aunque por el infierno pasaste ya).
La cruz y los clavos fueron borrados
junto con la corona de espinas
(la crónica oficial no los menciona),
y tu enemigo, tu enemigo el viejo comisario
hoy pronuncia tu nombre con unción,
y te honra con misas
y de rodillas llega
al apartamentico de N y 27
—donde todavía se te escucha
escribiendo en el pasado
los textos del porvenir—,
y trémulo te implora milagros.
“Virgilio, haz que llueva,
haz que la Unión Europea afloje la cuerda,
haz que Chávez no se muera,
no permitas que Barack Obama se vuelva loco
y nos quite el Bloqueo,
cuida de nos, protégenos,
compadécete, Virgilio:
tennos siempre a mano un padrino magnánimo
y un enemigo poderoso al cual culpar de nuestro fracaso.
“Lo que fue ya no fue,
fue jugando; en todo caso
ya eso pasó, dentro de unos años,
si no se habla más de eso,
nadie se acordará.”
Óyelo, Virgilio, oye al Comisario.
Ahora que te descubrió
o ahora que ya no le das miedo
sin comprender el muy iluso
que es ahora cuando eres un peligro,
óyelo (no gastes tus alas,
baja por una escalera
o por un ascensor,
tienes que cuidarte-
cien años son cien años), pero óyelo.
Oye al Comisario, escúchalo
(no que le hagas la caridad,
escucharlo tan sólo).
Aunque sigue siendo el comisario de entonces,
el mismo comisario cultural de aquel tiempo
el muy macho, el del pistolón,
su óptica respecto al viejo asunto ha cambiado,
o tal vez no ha cambiado
pero ahora la disimula, y también para eso
ha de servirle la celebración de tu centenario:
razón de más para autorizarla
y costearla
y pregonarla
y enviar un cake del tamaño de la fortaleza de la Cabaña
con todas sus velitas, en su nombre, y, por supuesto,
en el nombre de su protegida la patria sacrosanta.
Hoy cuando ya han sido olvidados
—o ya no emocionan los comandantes—
que pasaban con sus pupú alborotando el barrio,
haciendo en el barrio salir a la puerta a todo correr hasta
a los inválidos,
deseoso el vecindario de ver de cerca
a aquellos jóvenes guerreros recién bajados del cielo
con licencia del Señor para cambiar el mundo
—de lugar inclusive—.
Hoy, cuando todo eso es pasado,
melancolía, vago recuerdo de una vez,
sueño quizá, lamentación
de una gran oportunidad perdida,
hoy, que tú en cambio,
el sepultado en vida de entonces,
el segregado, el prohibido, el vituperado,
el Virgilio Piñera escupido de aquel tiempo
permanezca vivo, y aun más vivo que antes
puesto que ahora eres una religión,
hoy, esa victoria sobre lo oscuro,
esa resonante victoria de la luz
con todo lo que ella indica
(tú que nunca tuviste un pupú,
tú que siempre hiciste la cola de la guagua);
hoy esa victoriosa lección
ha venido haciendo vivir con los pelos de punta
al viejo Comisario que paró la cruz
y te hundió los clavos (con guantes,
con guantes, porque le dabas asco). Por eso
puedes creerle cuando te implora
y además te ruega
que lo recuerdes cuando a él también
lo tiren al inodoro y halen la cadena
igual que al Delphi de tu novela.
Gracias por la moraleja, y felices 100,
Virgilio que me estás oyendo.
Amén.


Appunti per un discorso per i 100 anni di Virgilio

Virgilio che non sei nei cieli
(anche se per l’inferno sei già passato).
La croce e i chiodi sono stati cancellati
insieme alla corona di spine
(la cronaca ufficiale non li menziona),
e il tuo nemico, il tuo nemico il vecchio commissario
oggi pronuncia il tuo nome con devozione,  
e ti rende onore con messe
e in ginocchio raggiunge
l’appartamentino tra N e 27
- dove ancora ti sentiamo 
scrivere nel passato
i testi dell’avvenire -,
e tremante ti chiede miracoli.
“Virgilio, fai che piova,
fai che l’Unione Europea allenti la corda,
fai che Chávez non muoia,
non permettere che Barack Obama impazzisca
e ci tolga l’embargo,
abbi cura di noi, proteggici,
compatiscici, Virgilio:
tienici sempre accanto un padrino magnanimo
e un nemico potente da poter incolpare del nostro fallimento.
“Quel che è stato, adesso non conta,
è stato per gioco; in ogni caso
ormai è passato, tra alcuni anni,
se non ne parleremo più,
nessuno si ricorderà.”
Ascoltalo, Virgilio, ascolta il Commissario.
Adesso che ti ha scoperto
o adesso che non gli fai più paura
senza capire povero illuso
che proprio adesso sei un pericolo,
ascoltalo (non sprecare le tue ali,
scendi con una scala
o con un ascensore,
devi aver cura di te -
cent’anni sono cent’anni), ma ascoltalo.
Ascolta il Commissario, sentilo
(non devi fargli la carità,
ma solo ascoltarlo).
Anche se è sempre il commissario di allora,
lo stesso commissario culturale di quel tempo
un vero maschio, con un gran pistolone,
la sua ottica rispetto al vecchio argomento è cambiata,
o forse non è cambiata
ma adesso finge, e anche per questo
gli fa comodo la celebrazione del tuo centenario:
ragione in più per autorizzarla,
finanziarla,
divulgarla
e inviare un dolce grande come la fortezza della Cabaña
con tutte le candeline, a suo nome, e, certamente,
in nome della sua protetta, della patria sacrosanta.
Oggi che ormai sono stati dimenticati
-  o non emozionano più i comandanti -
coloro che passavano in auto sconvolgendo il quartiere,
facendo uscire di corsa persino gli invalidi,
desiderosi di vedere da vicino
quei giovani guerrieri da poco scesi dal cielo
mandati dal Signore a cambiare il mondo
in un luogo migliore.
Oggi, che tutto questo è passato,
malinconia, vago ricordo d’un tempo,
sogno forse, lamento
d’una grande opportunità perduta,
oggi, che invece tu,
il sepolto in vita d’allora,
il segregato, il proibito, il vituperato,
il Virgilio Piñera oltraggiato di quel tempo
sei di nuovo vivo, persino più vivo di prima
visto che adesso sei una religione,
oggi, quella vittoria sull’oscurità,
quella risonante vittoria della luce
con tutto quel che comporta
(tu che non ha mai avuto un’auto,
tu che hai sempre fatto la coda per l’autobus);
oggi quella vittoriosa lezione
è arrivata per far vivere con la pelle d’oca
il vecchio Commissario che tenne ferma la croce
e ti affondò i chiodi (con i guanti,
con i guanti, perché gli facevi schifo). Per questo
puoi credergli quando ti supplica
e persino ti prega
che lo ricordi quando anche a lui
lo getteranno nel cesso e tireranno la catena
proprio come al Delphi del tuo romanzo.
Grazie per la morale, e felice centenario,
Virgilio che mi stai ascoltando.
Amen.

Traduzione di Gordiano Lupi 
www.infol.it/lupi

mercoledì 30 ottobre 2013

Rafael Alcides

Rafael Alcides

Carta a Ruben

Hijo mío,
harina, ternura
de mis ternuras,
ángel más leve que los ángeles:
desde hoy en adelante
eres el exiliado,
el que bajo otros cielos
organiza su cama y su mesa
donde puede,
el que en la alta noche
despierta asustado y presuroso
corre por la mañana
a buscar debajo de la puerta
la posible carta
que por un instante
le devuelva el barrio,
la calle, la casa
por donde pasaba la dicha como un río,
el perro, el gato,
el olor de los almuerzos del domingo,
todo lo bueno y eterno,
lo único eterno,
cuanto quedó perdido
allá atrás, muy lejos
cuando el avión como un pájaro triste
se fue diciendo adiós.
El que deambula y sueña
lejos de la patria, el extraño,
el tolerado -y, a veces,
con suerte, el protegido
al que se le regalan abrigos
y los zapatos que se iban a botar.
Pero nosotros,
nosotros los solos,
los tristes,
los luctuosos,
los que medio muertos
hemos visto partir el avión
Arique
-sin saber si volverá
ni si estaríamos entonces-,
nosotros, esos desventurados
que fuman y envejecen
y consumen barbitúricos,
esperando al cartero,
nosotros, ¿dónde,
adónde,
en qué patria estamos ahora?
¿La patria, lejos de lo que se ama…?
¿La patria, donde falta un cubierto a la mesa,
donde siempre sobra una cama…?
Dios y yo y el sinsonte
que cantaba en la ventana
lo sabemos, niño mío, que fuiste a dar tan lejos:
donde se vive entre paredones y cerrojos
también es el exilio, y así,
con anillos de diamantes
o martillo en la mano,
todos los de acá
somos exiliados. Todos.
Los que se fueron
y los que se quedaron.
Y no hay, no hay
palabras en la lengua
ni películas en el mundo
para hacer la acusación:
millones de seres mutilados
intercambiando besos, recuerdos y suspiros
por encima de la mar.
Telefonea,
hijo. Escribe.
Mándame una foto.

Rafael Alcides (Barrancas, Cuba, 1933). Escritor, poeta y periodista, comenzó su andadura literaria en la revista Ciclón. El poemario Agradecido como un perro (1983) es quizás la más conocida de sus obras, que consta de una extensa bibliografía. Considerado uno de los más importantes poetas cubanos contemporáneos es, sin embargo, uno de los menos publicados. Desde hace más de veinte años se apartó de la vida cultural cubana por voluntad propia. Desde entonces ningún libro suyo ha sido publicado en la isla.

Rafael Alcides

Lettera a Ruben

Figlio mio,
farina, tenerezza
delle mie tenerezze,
angelo più lieve di tutti gli angeli:
da ora in poi
sei l’esiliato,
colui che sotto altri cieli
organizza il suo letto e la sua tavola
dove può,
colui che a notte fonda
si sveglia spaventato e svelto
corre incontro al domani
a cercare sotto la porta
la possibile lettera
che per un istante
gli restituisca il quartiere,
la strada, la casa
dove scorreva la gioia come un fiume,
il cane, il gatto,
l’odore dei pranzi domenicali,
tutto il buono e l’eterno,
il solo eterno,
ciò che finì per perdersi
dietro di lui, molto lontano
quando l’aereo come un uccello triste
se ne andò dicendo addio.
Colui che vaga e sogna
lontano dalla patria, l’estraneo,
il tollerato - e, a volte,
per fortuna, il favorito
cui si regalano cappotti
e scarpe che si dovrebbero buttare.
Ma noi,
soltanto noi,
tristi,
demoralizzati,
noi che mezzi morti
abbiamo visto partire l’aereo
- senza sapere se tornerà
né se ci saremo ancora -,
noi, gli sventurati
che fumano, invecchiano
e consumano barbiturici,
aspettando il postino,
noi, dove,
dove,
in quale patria ci troviamo adesso?
La patria, lontani da quel che si ama…?
La patria, dove manca un coperto a tavola,
dove sempre avanza un letto…?
Io, Dio, e il passerotto
che cantava alla finestra
sappiamo, ragazzo mio, che sei dovuto andare così lontano:
dove si vive tra mura e catenacci 
un luogo chiamato esilio, e così, 
con anelli di diamanti 
o martello in mano,
tutti noi che siamo qua
siamo esiliati. Tutti.
Coloro che se ne sono andati 
e quelli che sono rimasti.
E non ci sono, non ci sono
parole nella lingua
né pellicole nel mondo 
per formare l’accusa:
milioni di esseri mutilati
che si scambiano baci, ricordi e sospiri 
al di sopra del mare. 
Telefona,
figlio. Scrivi.
Mandami una foto.

Rafael Alcides (Barrancas, Cuba, 1933). Scrittore, poeta e giornalista, ha cominciato la sua carriera letteraria nella rivista Ciclón. la raccolta di poesie Agradecido como un perro (1983) è forse la sua opera più nota, recensita e segnalata da molti critici. Alcides  è considerato uno dei più importanti poeti cubani contemporanei, ma è anche uno dei meno pubblicati. Da oltre vent’anni si è fatto da parte, allontanandosi volontariamente dalla vita culturale cubana. 

Traduzione di Gordiano Lupi