martedì 4 maggio 2010

Todas nuestras razones se volvieron estupideces, o no eran más que estupideces. Nos engañaron. O peor: nos dejamos engañar por este loco, a quien no supimos verle desde los inicios las trazas de tirano obseso. Lo mejor que hemos logrado es un reguero de muertos a lo largo de este camino. De muertos físicamente y de muertos en vida, que tal vez sean estos últimos los muertos más muertos que existan. Y de enormes sacrificios baldíos en pos de un sueño que nunca dejaría de ser eso: un sueño. Desde 1959 hasta hoy, entre otros sacrilegios, hemos fomentado el odio del hermano al hermano, del padre al hijo, del hijo al padre, de la madre al hijo, del hijo a la madre, del amigo al amigo. Y al menos yo, Félix, padezco día a día, como no te imaginas, cuando pienso en tantos y tantos cubanos dispersos por el mundo, alejados quizás para siempre de la tierra que los vio nacer. Me condeno a mí mismo por cretino, por haber inoculado el virus de este desastre a mis hijos y a tantos jóvenes que hoy no cuentan con más que miseria y pánico. Uno ni merece estar vivo, Félix, luego de haber errado de esta forma, uno está en deuda con la generación que hoy tanto sufre, uno lleva encima esa carga horrible. Pobre Cuba, Félix, de un tirano a otro, de un punto vacío a otro.

Fragmento de una nota, de 1992, de Manuel Parrado, Manolito, recibida una semana antes de que se suicidara.